WASHINGTON. La capital de Estados Unidos, Washington DC, recibió hoy con frialdad y protestas al presidente electo, Donald Trump, en su primera visita a la que será su residencia desde el 20 de enero: el número 1600 de la Avenida Pensilvania, la Casa Blanca.
Decenas de personas marcharon y protestaron frente a la mansión presidencial alrededor de las 11.00 hora local (16.00 GMT), hora a la que comenzó la primera visita de Trump al presidente, Barack Obama, y a su futura ciudad tras su victoria en las elecciones del 8 de noviembre.
Durante más de media hora se instaló el habitual cordón de seguridad en el tramo de la Avenida Pensilvania del lado norte de la Casa Blanca, epicentro de las manifestaciones públicas en Washington, por lo que detractores de Trump, contados seguidores, turistas y curiosos se agruparon en el parque Lafayette.
Dos veinteañeras captaron la atención de todas las cámaras exhibiendo su cartel de “Que le jodan a Trump. #Nomipresidente”, delante del cordón de seguridad y los agentes del Servicio Secreto.
“No me representa. Ha alentado la violencia contra mí. Viniendo para aquí un tipo me ha dicho que me vaya del país. Este país es la única casa que conozco”, cuenta Mobashra Tazamal, que emigró de Pakistán a Estados Unidos a los cinco años.
“Soy musulmana, mujer, inmigrante. Donald Trump ha atacado a todas mis identidades”, añade la joven activista, de 27 años.
A su lado, Kristina Bogos, explica que hay varios grupos diferentes de manifestantes y algunas personas que se acercaron a protestar de manera espontánea, nada organizado.
Ella se escapó de la facultad para expresar su “desprecio” por el presidente electo, cuya victoria considera “un tragedia” para el país y para el mundo.
“Yo estoy aquí como estadounidense blanca en solidaridad con quienes no lo son. Yo no estoy en peligro, ellos sí. Trump ha dejado claro que si no eres blanco, no importas”, afirma.
“Es una bomba de relojería”, añade indignada.
A pocos pasos, un seguidor de Trump discute con dos señoras mayores que dicen estar consternadas por la victoria del magnate inmobiliario.
“Lo primero, te pido perdón, por lo que está pasando”, dice Sarah a Efe, al considerar que la Presidencia de Trump es algo “terrible”
no solo para Estados Unidos sino para todo el mundo.
“No es solo lo que ha dicho, él ha hecho cosas terribles. Tengo el corazón roto, no puedo creérmelo todavía, estoy muy enfadada. Es como si alguien de la familia hubiera muerto”, cuenta, mientras se abraza con su amiga de la infancia Betty.
“Yo soy más moderada”, aclara Betty, “pero igualmente me preocupa muchísimo el tipo de jueces que designará Trump para el Tribunal Supremo, eso impactará en nuestros hijos y nietos”.
Matthiew Heart, en la treintena, intenta convencerlas de que den una oportunidad al presidente electo.
“Muchos de los miedos sobre Donald Trump han sido alentados por agentes políticos de Hillary Clinton y no son ciertos”, asegura el joven, que fue delegado en la Convención Nacional Republicana donde se oficializó al magnate como candidato presidencial.
En cuanto levantan el cordón de seguridad, la joven Marie Bocanegra corre al centro de la Avenida.
“Apoyo a Donald Trump porque va a poner freno a la inmigración ilegal. Mi padre vino de Honduras hace 30 años legalmente con mucho esfuerzo y yo estoy muy orgullosa de él”, explica.
En la acera de la Casa Blanca, otra joven, Maureen Betz, sostiene un cartel de bienvenida a Trump pero con un mensaje crítico: “¡Bienvenido a Washington! Por favor debes saber que el abuso sexual es un crimen de acuerdo con los estatutos locales y federales.
¡Disfruta tu estancia!”, puede leerse, en los colores azul y rojo de la bandera estadounidense.
“Yo no lo rechazo por republicano, lo rechazo por su comportamiento. Quiero que tenga este mensaje de que lo que hace está en contra de la ley. Ahora es presidente, tiene que predicar con el ejemplo”, comenta, en referencia a las numerosas acusaciones de abuso sexual contra Trump en el último tramo de la campaña.
También en solitario se manifiesta Olivia Emerald, de 24 años. Ha hecho 15 horas de autobús desde Maine (noreste) para protestar en la primera visita del presidente electo a la Casa Blanca.
“Esto no es mi Estados Unidos. Si tengo que hacer esto todos los días durante los próximos cuatro años, lo haré”, dice, muy seria.
Cerca de ella empieza a acalorarse una discusión entre un hombre mayor blanco y unas jóvenes afroamericanas: él les conmina a que acepten a Trump como su presidente como él hizo con Obama, quien no le gustaba en absoluto.
Sin embargo, los miles de personas que salen a la calle desde el miércoles para gritar “No mi presidente”, como Deborah Klaus, lo tienen claro: “No, no, no, oh, no. Por encima de mi cadáver. Nunca será mi presidente”.
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