GOYANG. Los líderes de Corea del Norte y del Sur jugaron sobre seguro el viernes, repitiendo la vieja promesa de liberar la península coreana de armas nucleares, pero sin proporcionar medidas específicas ni forjar posibles avances en un asunto que ha cautivado y aterrorizado a muchos desde el año pasado, cuando las naciones rivales parecían abocarse a la guerra.
En cierto sentido, la vaga declaración conjunta firmada por el líder norcoreano, Kim Jong Un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, para lograr “una Península de Corea libre de armas nucleares mediante una completa desnuclearización” activa uno de los asuntos más acuciantes de la política internacional antes de la esperada reunión que mantendrán en unas semanas Kim y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Pese a esto, la histórica cumbre del viernes entre las Coreas podría ser recordada por la imagen de los líderes de dos naciones separadas por un profundo y amargo historial de desencuentros estrechándose la mano y sonriendo de oreja a oreja cuando Kim cruzó la losa de concreto que delimita la frontera para saludar a Moon, antes de entrar juntos en el Norte y regresar de nuevo al Sur.
De pie en un atril junto a Moon al final de la cumbre, Kim se enfrentó un muro de cámaras que emitieron su imagen en vivo al mundo y declaró que las Coreas están “unidas por la sangre como una familia y los compatriotas no pueden vivir separados”.
Lo ocurrido el viernes debe considerarse en el contexto del último año _ cuando Estados Unidos, su aliado Corea del Sur y el Norte parecieron rozar a veces la guerra nuclear mientras Pyongyang realizaba un torrente de ensayos armamentísticos _ pero también con la perspectiva de la larga y destructiva historia de los dos rivales, que libraron uno de los conflictos más cruentos del siglo XX y aún hoy ocupan una península dividida y que técnicamente sigue en guerra.
Supone además un giro surrealista en la relación entre los dos países, que pasaron de intercambiar amenazas nucleares y pruebas de misiles a hablar de paz y cooperación. Quizás lo que mejor ilustre el cambio sea la geografía: el histórico saludo entre Kim y Moon y su posterior conversación de 30 minutos sobre una pasarela en la frontera se produjeron a escasos metros (pies) del lugar donde un soldado de Pyongyang desertó al Sur en medio de una lluvia de balas unos meses antes, y muy cerca de donde soldados norcoreanos mataron a hachazos a dos soldados estadounidenses en 1976.
La última declaración de las Coreas, dijo Kim, no debería repetir la “desafortunada historia de los acuerdos intercoreanos anteriores, que solo alcanzaron la línea de salida” antes de fracasar.
Muchos juzgarán la cumbre por la escasa contundencia del lenguaje nuclear empleado. Los ensayos nucleares y de misiles realizados por Pyongyang el año pasado pusieron a la nación en camino de convertirse en una potencia nuclear legítima. El Norte, que tardó décadas en conseguir su arsenal nuclear pese a las férreas sanciones económicas en su contra y un escrutinio internacional casi constante, dice haber alcanzado ya ese nivel.
Pero las Coreas realizaron avances en otras cuestiones que las separan. Acordaron zanjar sus desacuerdos sobre la frontera marítima occidental designando esa área como “zona de paz” y garantizando el trabajo seguro de los pescadores de ambos países.
Moon acordó visitar la capital norcoreana en otoño y ambos líderes dijeron que se reunirán de forma regular e intercambiarán llamadas telefónicas a través de la línea habilitada recientemente. Además abrirán una información de comunicación permanente en la localidad norcoreana de Kaesong y reanudarán las reuniones temporales entre las familias separadas por la Guerra de Corea (1950-1953).
Seúl y Pyongyang anunciaron también que impulsarán de forma conjunta conversaciones con Estados Unidos, y posiblemente con China, para poner fin oficialmente a esa guerra, que se cerró con un armisticio que hace que las dos naciones sigan técnicamente en guerra.
“Siento que estoy disparando una bengala en la línea de salida en el momento de (que las dos Coreas) escribir una nueva historia en las relaciones Norte-Sur, la paz y la prosperidad”, dijo Kim a Moon al sentarse a la mesa de negociaciones, que fue construida para que los separen 2018 milímetros exactos, al inicio de su reunión a puerta cerrada. Moon respondió que había grandes expectativas para que alcanzar un acuerdo que sería “un gran regalo para toda la nación coreana y para todas las personas pacíficas del mundo”.
Kim reconoció el escepticismo generalizado: “Hemos alcanzado grandes acuerdos antes pero no hemos podido cumplirlos (...) Hay opiniones escépticas sobre si la reunión de hoy arrojará resultados significativos”.
“Si mantenemos una voluntad firme y avanzamos de la mano, será imposible al menos que las cosas empeoren de cómo están ahora”, añadió.
Durante el encuentro matinal, Kim bromeó con que se asegurará de no volver a interrumpir el sueño de Moon, en referencia a la batería de pruebas de misiles realizadas de madrugada el año pasado. Kim también mencionó una isla surcoreana que fue alcanzada por artillería en 2010, un incidente que causó cuatro fallecidos, señalando que los residentes de Yeonpyeong, que han estado viviendo con miedo a los ataques norcoreanos, tienen grandes esperanzas en que las conversaciones ayuden a sanar las cicatrices del pasado. Kim apuntó además que visitaría la Casa Azul, sede de la presidencia surcoreana, si lo invitan.
Antes, los dos mandatarios sonrieron ampliamente mientras Moon apretaba la mano de Kim y lo acompañó por una enorme alfombra roja a territorio surcoreano, donde escolares entregaron flores a Kim, una guardia de honor esperaba a pasar revista y una banda militar interpretó canciones tradicionales coreanas queridas en los dos países. Fue la primera vez que un líder norcoreano cruzaba al sur de la zona desmilitarizada desde el final de la Guerra de Corea en 1953.
En el saludo entre los dos líderes, hasta el último detalle estuvo planeado. Los cientos de periodistas que cubrían el acto estaban en un enorme centro de prensa alejado de lugar donde se celebró la cumbre, a excepción de un pequeño grupo de reporteros, muy controlados, que retransmitieron desde la frontera. Moon esperó junto a la línea divisoria, moviéndose ligeramente hacia adelante en el momento en que vio que Kim, vestido con un traje oscuro de estilo mao, aparecía frente a un edificio en el lado norte. Entonces se dieron la mano sobre la barrera de concreto que marca la frontera. Moon invitó a Kim a cruzar al Sur y, una vez allí, dijo: “Usted ha cruzado al Sur pero, ¿cuándo podré cruzar yo?”, a lo que el norcoreano respondió: “¿Por qué no cruzamos ahora?” y tomó la mano de Moon para acompañarlo al Norte y regresar al punto de origen. Luego se hicieron fotos ceremoniales mirando primero al norte y luego al sur.
Dos estudiantes de quinto grado de la escuela primaria de Daesongdong, la única surcoreana en la zona desmilitarizada, saludaron a los líderes y agasajaron a Kim con flores. A continuación, Kim y Moon saludaron a la guardia de honor y a la banda militar y el presidente de Corea del Sur presentó a los funcionarios de su gobierno al líder norcoreano. Kim hizo lo propio presentando a su delegación antes de que los dos líderes se tomaran una foto en el interior de la Casa de la Paz, donde se celebró la cumbre, ante de un cuadro del monte surcoreano Bukhan, que se eleva sobre la mansión presidencial del país.
La hermana de Kim, Kim Yo Jong, estuvo a su lado durante toda la ceremonia, entregándole un bolígrafo para firmar en el libro de visitas, tomando las flores entregadas por los niños y esbozando notas al inicio de la reunión con Moon.
En general, las expectativas son bajas, dados que los supuestos avances conseguidos en el pasado con respecto al programa armamentístico norcoreano colapsaron en medio de duras acusaciones de fraude y mala fe. Los escépticos con este tipo de acuerdos dicen desde hace años que el Norte suele recurrir a interminables rondas de contactos diplomáticos para aliviar las sanciones, lo que le dio tiempo para perfeccionar sus armas y conseguir ayuda para sus incumplidas promesas nucleares.
Los partidarios del gobierno, por su parte, señalan que la única vía para alcanzar un acuerdo es hacer lo que las Coreas intentaron el viernes: sentarse y ver qué es posible.