LOS ÁNGELES. El alguacil adjunto del condado de Las Vegas (EE.UU.), Kevin McMahill, admitió ayer en una rueda de prensa que, tras varios días de investigación, “todavía” no conocen cuál pudo ser el “motivo” detrás del tiroteo en el que murieron el pasado domingo 59 personas, incluido el autor del ataque.
“Todos queremos respuestas. Estamos examinando todo, literalmente, incluyendo la vida personal del sospechoso, cualquier afiliación política, sus comportamientos sociales, su situación económica y cualquier potencial radicalización que muchos han sostenido”, aseguró McMahill, antes de reiterar que no hay ningún nexo que vincule la masacre con el grupo yihadista Estado Islámico.
Stephen Paddock, un jubilado de 64 años, figura como el único sospechoso del ataque, y las autoridades han recuperado en los últimos días 47 armas de fuego que eran de su propiedad, incluidas 23 que se encontraban en el hotel Mandalay Bay desde el que disparó a los asistentes de un festival de música country.
También se ha confirmado que Paddock tenía unos 22 kilogramos de explosivos y cerca de 1.600 balas en su automóvil.
McMahill apuntó que, en otras masacres, fue relativamente fácil averiguar el móvil de los asesinos porque dejaban notas escritas o publicaciones en las redes sociales.
“Hoy, en nuestra investigación, no tenemos nada de eso. Ojalá lo tuviéramos. Continuaremos investigando con gran perseverancia y esperamos encontrar una respuesta”, añadió.
Por otro lado, afirmó que las autoridades no tienen ninguna información que sostenga que había otra persona en la habitación del hotel.
El oficial también dedicó unos instantes a rendir homenaje al guardia latino de seguridad Jesús Campos, que fue el primero en ubicar la habitación desde donde se estaban realizando los disparos y que resultó herido por las balas de Paddock.
McMahill definió hoy a Campos como “un verdadero héroe”: “Fue un esfuerzo extraordinario de un valiente y extraordinario hombre”.
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